Yuliveidy había dedicado casi toda su vida a enseñar. Pero fue después de enfrentar el cáncer de seno y asumir sola la crianza de sus tres hijos cuando decidió dar un nuevo paso: abrir las puertas de su casa y volver a lo que mejor sabe hacer. Así nació —o, mejor dicho, renació— Mi Bendición, una microescuela donde el aprendizaje ocurre todos los días, de forma real, cercana y significativa.

En este espacio, los niños aprenden a leer, escribir, razonar y expresarse con confianza. No se trata de seguir un ritmo impuesto, sino de avanzar con seguridad, con el acompañamiento paciente de una maestra que observa, escucha y guía. Con materiales, ejercicios, juegos y conversaciones, cada jornada se convierte en una oportunidad para descubrir, preguntar y crecer.

Además de su trabajo con escolares, también acompaña a un pequeño grupo de niños en edad preescolar, despertando en ellos la curiosidad y el gusto por aprender desde sus primeros pasos. Todo lo que ofrece nace de una vocación profunda y de una historia marcada por la fortaleza. Para Yuliveidy, enseñar no es solo un oficio: es una forma de cuidar y de sostener la vida.