En lo alto de Cerro Grande, Alexandra Martínez ha convertido su hogar en un lugar donde cada rincón invita a aprender con calma, atención y afecto. La microescuela ‘Mi Casita’ no es solo un espacio físico, sino una promesa viva de educación acogedora, libre de las prisas y las presiones del sistema tradicional. Allí, niños y niñas se sienten contenidos y motivados para descubrir el mundo a su propio ritmo.

A comienzos de 2024, conmovida por las brechas que dejó la pandemia y las dificultades económicas de su comunidad, decidió abrir las puertas de su casa. Su objetivo fue claro desde el inicio: ofrecer una alternativa educativa que no marginara a quienes, por diferentes razones, se habían quedado al margen de las aulas convencionales. Con ese impulso nació una propuesta dinámica, cercana y eficaz.

Cada sesión en ‘Mi Casita’ se diseña pensando en el desarrollo integral de los estudiantes. Alexandra adapta actividades de lectura, escritura y matemáticas según el nivel de cada niño, entrelazando momentos lúdicos que encienden la curiosidad. Su método parte del vínculo y la motivación, convirtiendo el aprendizaje en una experiencia compartida y significativa.

Hoy, su proyecto brilla como un ejemplo de transformación comunitaria. La dedicación de Alexandra no solo ha fortalecido los conocimientos de sus alumnos, sino que también ha tejido una red de confianza y esperanza. ‘Mi Casita’ es la prueba de que la educación, cuando se construye desde el afecto, puede cambiar vidas.