Alma Luna descubrió su vocación desde niña, cuando ayudar a sus primos y compañeros a resolver problemas de matemáticas se volvió algo natural. Hija de docentes, creció rodeada de libros y pizarras, y muy pronto comprendió que enseñar no solo es un oficio, sino un privilegio capaz de transformar vidas.

Viviendo en una zona popular de Venezuela, Alma ha aprendido a equilibrar su tiempo entre las clases en un liceo, las ventas caseras, su presencia en redes sociales y las sesiones de tareas dirigidas. Hace siete años inició formalmente este proyecto cuando los sobrinos de su esposo la buscaron para recibir apoyo académico, y así, de boca en boca, su propuesta ganó fuerza.

La microescuela Jisakris es un espacio vivo donde los pupitres conviven con mesas de trabajo, pizarras y materiales de creación. Con matrículas que llegan hasta los treinta estudiantes, atiende principalmente a niños de educación básica, reforzando la lecto escritura y cimentando los conocimientos esenciales para su formación.

Además, acompaña a jóvenes de bachillerato en matemáticas y en las temidas ‘Tres Marías’, brindando apoyo integral según las necesidades de cada alumno. Con esfuerzo propio y una pasión inquebrantable, Alma se ha ganado la confianza de padres y estudiantes, convencida de que cada enseñanza siembra un nuevo futuro.