Ingrid Márquez Rincones descubrió hace unos años que su pasión por enseñar podía convertirse en un proyecto de vida y una fuente de ingresos. Pronto las recomendaciones llegaron de boca en boca: familias enteras confiaban en su talento para conectar con los niños. A partir de ese momento, su pequeño proyecto creció y se consolidó como un espacio donde cada alumno recibe una atención auténtica y cercana.

Para Ingrid no existe una única forma de aprender: su secreto está en escuchar, jugar y generar confianza. Sus evaluaciones diagnósticas son todo menos formales, pues ella conversa, anima y observa hasta captar la personalidad de cada niño. Así ha logrado enfrentar desafíos como la resistencia al aprendizaje o la falta de autoestima, y con paciencia y determinación convierte el llanto en risas y el miedo en logros concretos.

Con tres horarios de lunes a jueves, Ingrid evita las masas y asegura atención individualizada. En la sala de su casa, transformada en un aula llena de mesas, libros, colores y juegos propios, crea originales versiones de Monopoly y Ludo. Las preguntas del primero se nutren de geografía, historia y cultura general, mientras que el segundo se diseña para practicar operaciones matemáticas de manera divertida.

A sus 55 años, Ingrid sigue actualizándose gracias a su vocación investigadora y formación académica. Su gran anhelo es abrir una escuela propia con espacios adecuados para sus pequeños alumnos, un sueño que financia con sus propios recursos y alimenta con la convicción de que el esfuerzo y el amor por la enseñanza traerán todo lo necesario.