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Rey de Reyes

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Isamar Flores

Isamar Flores es licenciada en Educación Agropecuaria y cuenta con más de trece años de experiencia como docente en aula; durante los últimos ocho se ha dedicado a enseñar desde su hogar a niños de su comunidad, organizando con esmero sus clases en grupos según la disponibilidad de los padres, las necesidades de los estudiantes y su propio horario, con sesiones de una o dos horas diarias. Convencida de que la atención personalizada propia de la ‘vieja escuela’ permite un aprendizaje sólido y continuo, sueña en grande con cada uno de sus alumnos para que avancen sin detenerse y descubran todo su potencial.

Bejuma - Carabobo

Rey de Reyes

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Número de alumnos: 

Isamar Flores descubrió su vocación más allá de las aulas tradicionales cuando algunos padres de la única escuela de su sector le pidieron ayuda con la lectoescritura de sus hijos. Aunque al principio decidió no involucrarse, la insistencia de esas familias y su corazón noble la llevaron a decir sí. Desde entonces, se convirtió en guía y faro para cada niño que llamó a la puerta de su casa en busca de aprender.

La llegada de la pandemia marcó un punto de inflexión en su historia. Con el mundo en suspenso y los niños sin acceso a la educación, ella decidió abrir su porche como un pequeño salón improvisado, bajo un techo de zinc y con una mesa de madera. Contra todo pronóstico, recibió a todos los que llegaban deseosos de aprender, sin importar su nivel ni sus circunstancias.

Para cumplir su misión, Isamar recurre a cualquier método que garantice el aprendizaje: investiga en internet desde su teléfono, busca apoyos en la comunidad y adapta materiales. Cada tarde, ve salir de su microescuela a niños que ahora saben leer, escribir y acercarse con curiosidad al conocimiento. Ese avance le llena de orgullo, aunque también le recuerda las dificultades que enfrenta cada hogar donde la educación no siempre es prioridad.

Su sueño más grande es transformar una pequeña pieza independiente de su vivienda en una escuelita digna, con espacios acondicionados y recursos suficientes. Aunque los medios sean limitados, Isamar continúa alimentando esa esperanza con la certeza de que, con amor y dedicación, todo es posible. En un futuro por construir, sueña con ver crecer aún más a esos niños que hoy aprenden bajo el zinc de su porche.

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