Mileyda Utriola, conocida cariñosamente como Puyuya, descubrió su vocación educativa cuando uno de sus hijos enfrentó dificultades en la escuela. Decidida a ayudarlo, abrió las puertas de su hogar a tres compañeros más y en poco tiempo el cambio en ellos fue tan notable que la comunidad empezó a hablar de su método. Con un pizarrón, mesas y pupitres dispuestos en una habitación, nació de manera espontánea lo que hoy es la Microescuela Centro de Tareas Dirigidas Mileyda Utriola.

A lo largo de 18 años, cientos de estudiantes han pasado por sus manos. Su compromiso la llevó a estudiar pedagogía, con el fin de comprender cada caso y ofrecer un apoyo verdaderamente personalizado. Cada triunfo de sus alumnos se suma a su historia de éxito, tejida con paciencia, empatía y dedicación.

Puyuya ejerce en una comunidad donde las carencias económicas son visibles y numerosos niños llegan sin los recursos para pagar sus clases. Para ella la misión trasciende lo académico: exime del pago a quienes lo necesitan y se enfoca en brindarles también afecto y esperanza. Más que enseñar, busca acompañar sus vidas.

Hoy su microescuela funciona en tres turnos, con espacios llenos de libros, pizarras y juegos. Allí, adolescentes y niños de básica aprenden a leer, a escribir, a respetar y a amar. En el ambiente cálido que ha creado, encuentran no solo conocimiento, sino la tranquilidad de sentirse comprendidos y valorados.