Durante la pausa que trajo la pandemia, Ovimar Mejías encontró en el hogar el espacio para reiniciar su vocación. Lejos de las aulas vacías, comenzó a guiar a niños y niñas con la misma pasión de siempre, pero reinventando sus métodos. De esa experiencia surgió Mariposa Azul, una microescuela que se convirtió en refugio creativo y laboratorio de aprendizaje.

En Mariposa Azul los libros y cuadernos se mezclan con juegos, ejercicios expresivos y dinámicas lúdicas. Cada actividad se diseña para que el conocimiento se sienta vivo, como una aventura por descubrir, y no solo un contenido para memorizar. La curiosidad se estimula en cada paso, y la creatividad es la brújula que orienta el camino.

La propuesta de Ovimar va más allá de enseñar materias: su misión es que cada estudiante experimente la alegría de aprender. Respeta los tiempos individuales, adapta cada jornada a las necesidades de quienes la acompañan y celebra cada avance como un logro significativo. Para ella, educar significa encontrar maneras distintas de encender el deseo de saber.

Cuando ve ese destello de emoción en los ojos de sus alumnos, Ovimar sabe que ha ocurrido algo trascendente. Su convicción se resume en una sola idea: el brillo de un estudiante es la verdadera magia de la educación.