Hace más de veinte años, Yoleny Amaya abrió las puertas de su hogar para tender una mano a jóvenes de liceo que necesitaban apoyo con el inglés. Lo que nació como una ayuda puntual pronto se transformó en un proyecto de vida. Sus hermanos menores se unieron al taller inicial, luego otros niños del vecindario, y así creció El Shaddai Jiret hasta convertirse en un refugio educativo para distintas generaciones de la comunidad.

Desde 1997 la microescuela funciona sin interrupciones, incluso en los momentos más difíciles. Aunque hoy Yoleny recibe menos alumnos por cuestiones de salud, su entrega permanece intacta. Cada día dedica tiempo y esfuerzo para garantizar que todos los niños encuentren un espacio de crecimiento personalizado.

En su casa se organizan tres turnos diarios para reforzar la comprensión lectora, la escritura, las operaciones matemáticas y otras habilidades fundamentales. Cada estudiante avanza a su propio ritmo, con la mano firme y el cariño de una maestra que cree con pasión que todo aprendizaje es posible.

Su lema lo dice todo: ‘aprendiendo con amor’. En este pequeño gran espacio, cada niño y niña descubre, de la mano de la paciencia y el afecto, la alegría de aprender y la fuerza que brinda la educación.